¿Los peques malos existen?

¿Quién no ha oído nunca a una persona adulta hacer referencia a un menor describiéndolo como malo/a? 

Nosotras muchísimas veces. 

y argumentan con claridad qué conductas de las que realizan les hacen ser malas personas. 

Algunos y algunas lo tienen tan claro, que se han cansado de luchar para poder ser considerados buenos/as. Llegan a la conclusión de que son así desde que nacieron y que, por mucho que lo intenten, eso ya no va a cambiar. 

¿Creéis que existen niños o niñas malas de nacimiento? 

Si bien es cierto que existen algunos factores de predisposición genética que nos pueden hacer más impulsivos/as, con menor tolerancia a la frustración, tener una mayor o menor empatía, o percibir las emociones con mayor intensidad; los métodos de crianza y las experiencias del/de la menor a lo largo de su desarrollo, serán claves a la hora de tomar decisiones y construir su identidad. 

Hablar de menores malos/as y buenos/as o fáciles y difíciles, no es más que una forma de catalogar su comportamiento. En la mayoría de los casos, cuando utilizamos el término “niño/a difícil o malo/a”, simplemente hacemos referencia a alguno de los siguientes aspectos: 

  • Desregulación de la rabia, la frustración, los celos u otras emociones desagradables
  • Agresiones físicas o verbales 
  • Reivindicación o conductas en contra de la autoridad 
  • Conductas desafiantes 
  • Malas notas 

Sin embargo, esta clasificación, en lugar de ayudarles a identificar las conductas que pueden ser conceptualizadas como problema, se convierte en una etiqueta cargada de connotaciones positivas o negativas, que nos acompañará a lo largo de todo su desarrollo. 

¿Sabéis lo que es la profecía autocumplida o el efecto Pigmalión? 

Sí, ya os hemos hablado de ella en algunas ocasiones. Se trata de aquellas situaciones en que, mediante las anticipaciones de aquello que tememos, acabamos colaborando en que lleguen a cumplirse. 

Esto afecta directamente en el desarrollo de estos niños y niñas apodados “malos/as” o “difíciles”, cuando nuestros comentarios repercuten directamente en la forma en que se conciben, haciendo que se sientan menos comprendidos/as, más inestables emocionalmente o que se rindan en su esfuerzo para mejorar su comportamiento. 

Y ¿qué podemos hacer para evitar que esto ocurra? 

En primer lugar, dejar de utilizar términos absolutos como “malo/a” o “difícil”. Es importante que, si vemos conductas que no nos gustan en nuestros y nuestras peques, podamos hablar de comportamientos concretos, de lo que nos hacen sentir; y ofrecerles alternativas para poder mejorarlos. 

Esperamos que este artículo os haya resultado interesante este artículo. ¡Hasta la semana que viene! 

El Equipo de Somni Psicologia. 

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