La importancia de expresar

La importancia de expresar

Muchas veces consideramos que expresar de manera explícita nuestras necesidades es exigirle o imponerle a alguien que las cubra, con lo que podemos concebirlo como estar siendo egoísta. Por ello, a veces no queremos expresar nuestras necesidades; por la posible interpretación que los demás puedan hacer. Muchas veces la gente se justifica de la no expresión de sus propias necesidades diciendo: “Si me quisiera tanto y le importará tanto hubiera hecho X”. La pregunta que nos hacemos aquí es: ¿alguna vez le has expresado esta necesidad de manera directa? La respuesta más habitual que nos encontramos es que no hace falta expresarlo, que es lógico y que la persona debería saberlo ya que se conocen de hace tiempo.  

 
Nuestra cultura a veces nos impone ser “fuertes” y no mostrarnos vulnerables ante situaciones que nos generan malestar. Sabemos que manifestar las necesidades en el presente nos puede ayudar a anticiparnos a tener sentimientos negativos en el futuro, pero el mero hecho a exponernos ante los demás y que puedan criticarlo o no compartir la necesidad propia, lo evitamos.  

 

Hay personas que dicen que no tienen necesidades o que nunca se han hecho la pregunta, pero una vez reflexionamos todxs tenemos necesidades y aunque no podemos responsabilizar a nadie para que las cumpla, es necesario poder expresarlas y que la otra persona las tenga en cuenta, desde el respeto. Expresar nuestras necesidades no incluye exigir a nadie que las cubra, pero sí que la otra persona pueda exponer si va a poder o va a querer cubrirlas, o no lo va a hacer. Es respetable que no las quiera cubrir, pero entonces aquí la persona que ha expuesto sus necesidades decidirá si le compensa compartir la relación (amistad o pareja) o si las necesidades y valores son tan contrarios que prefiere no priorizarla.  

 
En ocasiones la gente cuando esta triste o enfadada con alguien, suele incluir en su discurso argumentos del tipo “yo lo hice todo para que él/ella estuviera a gusto”. Entonces, nos preguntamos, ¿tú le expusiste lo que tu necesitabas? Una forma de autocuidarse es expresando las necesidades de forma asertiva, directa y explícita, para poder saber qué opina la persona que tienes delante, si compartís pensamientos o si pensáis de una manera muy distinta. Como ya sabrás, lo que para unx es lógico para otrx puede no serlo, por eso es importante compartirlo. 

 

A veces reflexionar y hacer la práctica de pensar en nuestras necesidades nos lleva a ser más conscientes de qué cosas nos pueden molestar o doler de las relaciones sociales o románticas. ¡Recordad! Expresar nuestras necesidades es abrirnos a que lxs demás nos conozcan. No se trata de ser egoísta o esperar a que se cumplan, se trata de comunicación y autocuidado. 

 

¡Te esperamos el miércoles que viene! 

 

El Equipo de Somni Psicologia 

Rechazo escolar: ¿le obligo a ir al cole?

Rechazo escolar: ¿le obligo a ir al cole?

A menudo, vienen familias a nuestro centro comentándonos que sus peques no quieren asistir al colegio. Hablan de tristeza en casa, momentos de difícil gestión previos a ir al centro educativo y enfermedades sospechosas que aparecen y desaparecen según el contexto en que se encuentren. 

Normalmente, este rechazo escolar se debe a la ansiedad que sienten estos niños y niñas respecto algo que ocurre en el colegio y que han sobregeneralizado, de forma que actualmente envuelve todo el contexto educativo. 

Por tanto, no es un berrinche sin más, hay una ansiedad detrás que debemos abarcar y tratar, a fin de que el niño o la niña pueda asistir al colegio sin sufrir como lo hace en este momento. 

Entonces, si se trata de ansiedad ¿debemos ceder y dejar que no asista a clase? 

La ansiedad puede resultar totalmente abrumadora si nos están haciendo esta demanda, pero la respuesta es un rotundo no. Lo que debemos hacer es mirar de adaptarnos a su situación, empatizar y acompañarlos/las en la exposición a la situación ansiógena para ayudarles a obtener recursos. 

Y ¿Cómo podemos hacerlo? 

En primer lugar, y más importante, debemos iniciar un proceso de diálogo, si no lo tenemos ya, con el centro educativo. Tenemos que intentar descubrir dónde está la base del problema y guiarles para que puedan prestar especial atención al seguimiento del niño o la niña.  

Otro punto clave es la confianza con el centro educativo. Cuando vemos sufrir a un hijo o una hija es muy difícil tolerar la impotencia de no estar presente en las horas de clase, pero debemos hacer un trabajo de confianza hacia el protocolo del centro educativo y los/las profesionales que se encargan de gestionarlo. Tampoco será fácil para ellos y ellas, pero lo estarán intentando en la medida que les sea posible. 

En segundo lugar, es importante trabajar la comunicación y la empatía en casa. Deberemos buscar la causa, la fuente de esta ansiedad, y debemos hacerlo en el entorno de máxima confianza, pues los peques no siempre podrán mostrarse totalmente vulnerables en el entorno que les genera ansiedad. ¡La intervención en casa es clave! 

Para hablar sobre ello, recordad la importancia de la validación emocional. Posiblemente nuestro niño o niña habrá tomado decisiones que no nos parezcan del todo adecuadas, pero debemos dejar el juicio de lado, validar su estado emocional, acompañarle y crear un espacio seguro para proponer alternativas. 

En tercer lugar, la clave para ayudarles será la exposición. Los menores deben asistir al colegio y no podemos denegarles ese derecho pese a la ansiedad que este suponga para ellos/as. La exposición será dura y deberemos trabajar nuestra empatía en todo momento, pero los límites serán la clave. 

  • La tristeza el domingo por la noche 
  • El llanto cuando pida no ir a la escuela 
  • Cuando se tenga que vestir por la mañana 
  • Al subir al coche o salir de casa 
  • Los “no me puedes obligar” 

Todos serán momentos duros pero que les ayudarán a largo plazo para poder gestionarlo. La clave está en validarles emocionalmente, mantener el límite y aguantar, por muy duro que sea. 

En cuarto lugar, es clave acompañar la emoción a la salida del colegio, abrir un espacio de comunicación con nuestros peques y consultar con los referentes del centro educativo. Esta primera parte será clave para poder mostrar empatía, para recopilar información y para buscar estrategias conjuntamente.  

Pero después, no olvides la importancia de buscar momentos de felicidad absoluta cada día. Id al parque, jugad juntos a algo que le guste, pensad planes para el fin de semana, ¡cualquier cosa vale! Lo más importante es poder ayudarle a desconectar de la ansiedad y romper con el malestar por un ratito. 

Esperamos que os haya resultado interesante el artículo y que haya ayudado a gestionar la situación en casa. Pero recordad, si sentís que una situación así se os va de las manos, no dudéis en acudir a un/a profesional.  

¡Hasta la semana que viene! 

El Equipo de Somni Psicologia 

¿Por qué lo aceptamos si no nos hace bien?

¿Por qué lo aceptamos si no nos hace bien?

En muchas ocasiones, nos sucede que recibimos tratos, palabras o exigencias que no nos sientan bien. Nos hacen daño, nos ponen tristes o enfadadxs, o nos ofenden. Y, aun así, sin saber muy bien cómo, lo aceptamos y apechugamos. ¿Por qué? 

 

Es recurrente que suceda esto. En contextos laborales, en que se nos exige de más o se nos trata mal; en contextos sociales, de pareja o familiares, en los cuales no se nos valora o se nos menosprecia; incluso en nuestro discurso interno. Y, cuando pasa, puede que nos preguntemos cómo es posible que lo aceptemos. Quizá incluso nos sentimos culpables por hacerlo y nos machacamos. “Si lo he aceptado, es que lo merecía”. O peor aún, que nos juzguemos: “soy unx cobarde por no cambiar esta situación”. ¿Es eso cierto? ¡Claro que no! 

Entonces, ¿por qué lo aceptamos? 

  • Por baja autoestima: si no nos queremos a nosotrxs mismxs, entendemos que es normal recibir este tipo de trato. ¿Cómo va a ser de otra forma si “no valemos nada”? 
  • Por alta autoexigencia o sobreresponsabilización: en caso de pensar que “deberíamos hacer más” o “deberíamos ser más”, pensamos que merecemos los castigos que se nos imponen al no asumir la gran carga que nos han asignado. “Claro, ¡no he hecho lo que debería!” 
  • Por creencias arraigadas: quizá pensamos que es que “él/ella es así”, como algo inamovible. Y ya está, nos toca aguantar, ¿no?  
  • Por miedo (confundido con amor): “en realidad me quiere mucho, no pasa nada”; o bien “me importa mucho este trabajo, toca pasar por el aro”. ¿Es cierto? Normalmente, tenemos miedo a las posibles consecuencias que pueden provocar el plantarnos. Quizá castigos peores; quizá pérdidas de privilegios o, incluso, de la relación. 
  • Por dinámica y/o costumbre: quizá pensamos que es la forma adecuada de relacionarnos. Que no pasa nada, que “es normal”. Que es “como nosotrxs nos hablamos”. Es lógico que lo normalicemos como un mecanismo de defensa para poder seguir con nuestras vidas, ya que de lo contrario, supondría un sacrificio muy grande cambiar; o incluso deberíamos asumir unas pérdidas que no nos sentimos preparadxs para vivir. 

 

Así pues… ¿cómo podemos detectar estas situaciones y generar cambios para estar mejor? ¡Ahí van algunos consejos! 

  1. Quiérete: y quiérete bien. Y mucho. Dedícate un tiempo, cuídate y reconoce todo lo que mereces. Ten en cuenta, si lo necesitas para empezar, cuáles son los derechos humanos básicos. Y a partir de allí, valora qué necesidades y emociones tienes tú. Ofrécete todo aquello que tu cuerpo y tu sentir te pide. Y, si lo necesitas, pide ayuda profesional para lograrlo. 
  1. Distingue qué es tu responsabilidad y qué no: Procura diferenciar qué es lo que está bajo tu control y te pertoca, e intenta asumir lo que es legítimo. Trabaja, si hace falta, en no quedarte (y culparte) con todo aquello que no puedes gestionar, como podría ser las expectativas de las otras personas, resultados fuera de tu zona de control, sus emociones o su falta de habilidades de gestión (práctica y emocional). 
  1. Compréndelo todo, pero acepta lo que sea adecuado: obviamente cada persona es como es: tiene su personalidad, sus características y sus retos. Comprende cuando alguien no sabe hacer las cosas de otra forma, pero reivindica tus límites para que la otra persona aprenda dónde parar. Y, si no lo aprende, valora irte. Ten en cuenta lo siguiente: todo el mundo puede cambiar, pero debe querer hacerlo. 
  1. Acepta el miedo, y priorízate mientras lo vives: tener miedo a la pérdida y/o al rechazo es normal. Tu cerebro va a intentar que no sientas dolor, y si eres rechazadx o pierdes algo importante (una relación, un trabajo deseado, un proyecto de futuro), se va a activar para evitar que pase ya que dolería muchísimo. Pero, que duela a corto plazo, no significa que sea malo. A veces, es mejor pasar por ese duelo, que seguir en una situación que va minando tu bienestar. 
  1. Replantéate tu forma de relacionarte: te has acostumbrado, sí, pero no te hace bien. Y si no te hace bien, procura cambiar. Poco a poco, límite a límite y conversación incómoda tras conversación incómoda. Pero intenta encontrar la forma de relacionarte mejor. Si no lo consigues e irte no es una opción, te animamos a que pidas ayuda terapéutica para gestionar las expectativas y emociones que te genera esa situación. 

 

¿Te animas a hacer un cambio? ¡Esperamos que te haya resultado muy interesante! ¡El miércoles que viene, más! 

 

El Equipo de Somni Psicologia 

Neurodiversidad, ¿tengo un cerebro típico?

Neurodiversidad, ¿tengo un cerebro típico?

La neurodiversidad es un nuevo paradigma que comprende la especie humana como un grupo con diferencias a nivel de desarrollo neurológico. Es decir, cada cerebro puede desarrollarse, no sólo a un ritmo distinto, sino también de una forma diferente.  

Se trata de evitar caer en el reduccionismo de comprender que una persona que piensa o siente de una forma distinta a como lo hace la mayoría, tiene algo “malo”.  Y, por tanto, rompe con conceptos como “personas normales” y “personas con trastornos”. 

Dentro de este paradigma diferenciamos 2 tipos de personas: 

  • Neurotípicas: Son aquellas que presentan el neurodesarrollo más esperable o estadísticamente más común. 
  • Neurodivergentes: Son aquellas que presentan un neurodesarrollo que se aleja de lo esperable. Y aquí se incluirían todas las personas que tienen diagnósticos como Trastorno del Espectro del Autismo (TEA), Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), dislexia, síndrome de Down… entre muchísimas otras que no siempre tendrán un diagnóstico específico. 

Sin embargo, sabemos que cada cerebro se desarrolla gracias a la conjunción entre la genética y las experiencias vividas a lo largo de nuestro desarrollo. Y nadie coincide exactamente en ambos aspectos, por lo tanto, nuestro cerebro es único y siempre lo será.  

Esta es la razón por la cual pensamos y sentimos de forma distinta a la persona que tenemos delante. Pero, entonces, ¿dónde está el límite entre lo esperable y lo no esperable? ¿Puedes asegurar que tu cerebro es 100% típico? 

La respuesta es difícil ¿verdad?  

La comunidad científica no se arriesga. Se centra únicamente en porcentajes estadísticos, estudiando fenómenos cognitivos, emocionales y conductuales, comparando estos rasgos entre grandes muestras de población. Si formas parte de la mayoría, eres considerada una persona neurotípica. 

El problema de esta clasificación reside en el mismo lugar en que lo hacen la mayoría de clasificaciones en salud mental. ¿La sociedad concebirá a la persona neurodivergente igual que a la neurotípica o recaeremos en concepto de “estar mal”? 

Pese a que la comunidad social y científica luchan para la inclusión de las personas neurodivergentes, éstas siguen en alto riesgo exclusión, sobre todo en el ámbito laboral y social. Somos la gente de a pie, los y las que debemos pararnos a pensar en todas las ventajas que puede suponer un cerebro que funciona de forma distinta a la propia. 

Esperamos que os haya resultado interesante el artículo. ¡Hasta la semana que viene! 

El Equipo de Somni Psicologia 

¿Cómo facilitar a los más peques la vuelta a la escuela?

¿Cómo facilitar a los más peques la vuelta a la escuela?

A pesar de que parece que empezaron ayer, ¡ha llegado septiembre y con él se han acabado las vacaciones! Los adultos y adultas volvemos a nuestros trabajos y actividades habituales, y poco a poco volvemos a adaptarnos a nuestros horarios y rutinas, con más o menos facilidad y gestionando las emociones que esta vuelta nos puede generar de la mejor manera posible. 
 
Los niños y niñas también tienen que pasar por el mismo proceso que nosotros y, del mismo modo que nos puede pasar a los adultos/as, puede ser que les sea complicado identificar y gestionar las emociones que pueden surgir durante este proceso y todo lo que rodea la vuelta a la rutina: nuevos horarios, reencuentros, responsabilidades, etc. 
 
Es por todo esto que hoy os dejamos unos cuántos consejos e ideas para facilitar a los/las peques de la casa la vuelta a la escuela, para ayudarles a gestionarlo de la mejor manera posible: 
 
1. Anticipar el final de las vacaciones 
En el caso de niños y niñas que todavía no han empezado la escuela es importante ir anticipando que se acaban las vacaciones, que empezará la escuela, que volverán a ver a sus compañeros y compañeras, para que puedan ir haciéndose la idea con el mayor margen de tiempo posible. 
 
2. Vuelta a la rutina 
Por mucho que intentamos mantener los horarios del curso durante el verano, las vacaciones, los planes y la falta de rutina, pueden hacer que estos horarios vayan variando a lo largo de estos meses. Nos será muy complicado volver a los horarios del curso de golpe, y por eso recomendamos irlo haciendo de manera gradual, para que los niños y niñas puedan ir adaptándose despacio de nuevo a su rutina. 
 
3. Comunicación 
Es normal que con la vuelta en la escuela a los niños y niñas les surjan nervios, miedos o dudas respecto al nuevo curso: tener los mismos compañeros/as, cambiar de tutor/a, no querer separarse de los padres y/o madres, y una lista infinita de incertidumbres que pueden pasar por su cabeza. Generar espacios en los cuales pueda hablar de estas cosas, y ayudarlo a anticipar o poder resolver algunas de estas cuestiones los días previos a empezar, nos ayudarán a hacerlo sentir más seguro y con más confianza. 
 
4. Hablar en positivo 
Muchas veces la imagen que los niños y niñas tienen o se hacen de la escuela, viene condicionada por cómo nosotros hablamos de ella. Es importante poder centrar nuestro discurso hacia ellos/as sobre todas aquellas cosas buenas que puede tener la escuela: las cosas que aprenderán, los compañeros con quienes se reencontrarán, que bien que se lo pasarán… poner el foco de nuestro discurso en las cosas buenas, hará que los/las más pequeños/se también se centren en estas. 
 
5. Ganar tiempo  
Puede pasar que los primeros días de escuela los niños y niñas vayan más despacio y tarden más rato a prepararse por la mañana, hecho que puede comportar muchos conflictos por el hecho de tener que correr para no llegar tarde. Una forma de evitar estas situaciones puede ser ganando tiempo despertándonos antes. Si, sabemos que la vuelta a la rutina también es dura para los padres y/o madres, pero esto nos permitirá adaptarnos a sus ritmos, y hacer que despacio vuelvan a adaptarse a los horarios habituales, ¡y ahorrarnos más de un conflicto! 
 
6. Compartir las emociones propias 
A veces buscamos y deseamos que los niños y niñas sean capaces de compartir sus emociones y como se están sintiendo, pero si nos analizamos en nosotros/as mismos/as, vemos que no estamos precisamente predicando con el ejemplo. Y es que la mejor manera de que ellos y ellas encuentren este espacio es generarlo nosotros/as. Hablar de cómo nos hace sentir que se acaben las vacaciones, las emociones que nos genera volver a trabajar, empatizar con cómo se deben sentir ellos/as, etc. les hará sentir más seguros/as a la hora de abrirse y poco a poco, ser capaces de compartir y hablar de cómo se están sintiendo. 

7. Paciencia, empatía y comprensión
Y es que por mucho que intentemos anticipar, que los/las ayudemos y preparemos para la vuelta en la escuela, no dejan de ser niños y niñas que estos días estarán en una montaña rusa de emociones que, combinada con el cansancio físico y mental, hará que puedan aparecer en casa más rabietas o explosiones. Es importante intentar empatizar con todo aquello que están viviendo estos días, cargándonos de paciencia, empatía y comprensión. 
 
Esperamos que tengáis una muy buena vuelta de vacaciones y que estos consejos os sirvan y os ayuden con la vuelta en la escuela de vuestros hijos y/o hijas! 
 
El Equipo de Somni Psicologia 

¿Dónde está el límite de las faltas de respeto?

¿Dónde está el límite de las faltas de respeto?

A menudo, vienen familias a nuestro centro comentándonos que sus peques les faltan al respeto. Tienden a mencionar que esto comenzó con pequeños comentarios a los que no dieron importancia y que han evolucionado a algo que no saben cómo controlar. 

Sin embargo, cuando concretamos esta demanda y hacemos una pequeña exploración de qué está ocurriendo, cada familia sitúa el umbral entre estos comentarios inofensivos y las faltas de respeto en un lugar distinto. 

Eso nos hace pensar: ¿existe un límite universal a partir del cual un comentario se convierte en falta de respeto? 

Años atrás, la respuesta era un claro sí. En los colegios y las familias tendía a predominar un estilo de crianza autoritario, basado en el establecimiento de límites muy claros con consecuencias bastante más extremas de lo que hoy estamos acostumbrados y acostumbradas. 

En esa época, todos los niños o niñas que se expresaran con un tono de voz desafiante ya obtenían una reprimenda, independientemente del discurso a nivel de comunicación verbal. Hoy en día, por suerte, esto ha cambiado. 

¿Pero qué implica esto? 

Este cambio implica muchas consecuencias positivas. La crianza a través de un estilo de crianza democrático, nos permite que las personas crezcan con mayor seguridad en sí mismas, mayor poder de decisión, mejor gestión emocional y una salud mental más sólida. 

Sin embargo, con este cambio, perdemos la firmeza de este umbral entre lo que es correcto y lo que no lo es, dado que nos centramos en la individualidad de cada menor para ayudarle a gestionar su día a día y ponemos los límites en el momento en que consideramos que algo le puede traer consecuencias aversivas a esta personita en concreto. 

Esto implica que una familia puede considerar como falta de respeto un comentario con un tono de voz más agresivo, mientras que otra familia lo considerará un comentario desafortunado y únicamente contemplará como una falta de respeto un insulto o un golpe. 

Esta diversidad entre familias en principio no es considerada un problema. Cada cual tiene derecho a poner los límites donde considere y asumir las consecuencias que esto suponga en su casa. 

Pero, ¿qué consecuencias puede tener esta diversidad de opiniones para el desarrollo del niño o la niña? 

Las consecuencias son muchas y muy diversas pero el núcleo central entre ellas será la falta de coherencia en los límites.  

Esta aparecerá debido a la falta de acuerdo entre los límites en los distintos entornos: casa, colegio, extraescolares, instituto, amistades, pareja, lugar de trabajo…. Cada uno de ellos establecerá límites y consecuencias distintos lo que supondrá una gestión emocional mucho más difícil de estos. 

¿Cómo podemos evitarlo? 

Debemos intentar establecer unos límites que, no sólo se basen en el cumplimiento de los derechos y deberes de todos los miembros de la familia, sino que también tengan en cuenta las consecuencias que puede acarrear la conducta de nuestros niños y niñas en todos los otros entornos en los que probablemente se vayan a mover en un futuro. 

Esperamos que os haya resultado interesante el artículo y que os ayude a analizar cómo están siendo los límites en vuestras casas. ¡Hasta la semana que viene! 

El Equipo de Somni Psicologia 

Hola, ¿ te puedo ayudar?