Pongámonos en situación: tenemos un conflicto. Es un conflicto importante, que nos genera muchas emociones, todas ellas complejas y desagradables. Y, como no sabemos muy bien qué hacer, decidimos parar y pensar en este problema.
Y empezamos a darle vueltas.
Y a mirarlo desde mil ángulos diferentes.
Y no hay manera de encontrar la opción que resulte válida, y que se viva como una “alternativa satisfactoria”. Nada es del todo… ¿perfecto?
En este punto, nos quedamos encalladas y encallados, puesto que no sabemos cómo proceder. Es más, cada vez sentimos más bloqueo en este conflicto.
Tengamos en cuenta pues que, como más pensamos en el problema, más gordo acontece. Magnificamos sus consecuencias, y las emociones que nos generan son cada vez más sofocantes. De este modo, nos resultará muy complicado avanzar, y es posible que se cronifique la situación. Cuando esto pasa, el conflicto se encalla, resultando agotador para nosotros/as, pero también para todas las personas implicadas, e incluso las del alrededor.
Entonces, ¿qué podemos hacer?
- Frenar y relajarnos: primeramente, es importante poder parar y gestionar las emociones que tenemos. Mientras estas sigan presentes, nada nos parecerá adecuado
- Definir el problema de manera clara: frenar las cábalas del que “habría podido ser” o de “cómo habría podido ir” y centrarnos en el que ha sido, de manera objetiva y real. Delimitar el problema con claridad y por puntos.
- Pensar alternativas objetivas: A pesar de que podemos pensar en maneras de resolver el problema más creativas, realmente no nos llevarán demasiado allá. Quizás nos sale más a cuenta dedicar nuestra energía y atención a pensar en opciones concretas que puedan ser viables, y dividirlas por pequeños pasos. Así, podremos conseguir resolverlo más fácilmente.
Esperamos que estos consejos os ayuden a no dar tantísimas vueltas a los problemas, y encontrar soluciones que, a pesar de no ser perfectas, nos acerquen a la resolución día a día.
¡Hasta la semana próxima!
El Equipo de Somni Psicologia