¿Tenemos que obligar a los niños y niñas a dar besos y abrazos?

Son muchas las veces que hemos oído, o nos han dicho a nosotros de peques, frases como: «Ve a darle un beso a la abuela«, «¿Que no le das un abrazo a tu tío?«. 

Puede ser que en algunas de estas situaciones nos encontremos que el niño o niña, o nosotros/as mismos/as en su día, sienta incomodidad ante esta situación y se niegue a dar esta muestra de afecto. La respuesta de la mayoría de padres y/o madres suele ser insistir en el hecho que el niño o niña lleve a cabo esta conducta. Pero, ¿nos hemos planteado de dónde viene esta insistencia en que muestre su afecto? ¿Nos hemos planteado si esto podría ser perjudicial para él o ella? 
 
En ningún caso nos podemos imaginar que, como adultos, alguien nos obligara a dar un beso o abrazar a alguien si no queremos. Así pues, ¿por qué lo solemos hacer con los niños y niñas? 
 
Los expertos aseguran que dar abrazos y besos forma parte de convenciones sociales adultas y que, obligar los niños a hacerlo, sigue formando parte de este ideal de convención social. 
 
Muchas veces los padres y madres, cuando su hijo o hija no quiere dar una muestra de afecto a alguien, se sienten juzgados por los otros: viviéndolo cómo que no han sabido educarlos correctamente, que los dejan en un mal lugar como padres y/o madres, etc. Todas estas creencias, sean ciertas o erróneas, no dejan de venir de las convenciones sociales establecidas por los adultos. 
 
Tenemos que entender que, para los niños y niñas, las muestras de efecto pueden ser otras: una sonrisa, que comparta con nosotros/as algo importante para él/ella, que quiera pasar tiempo con nosotros/as, etc. Sus muestras de efecto son espontáneas y naturales, mientras que las nuestras están basadas en convenciones sociales y normas que nos han inculcado desde siempre. 
 
Obligar a que sus muestras de afecto sean las mismas que los adultos, puede ser un paso hacia su desprotección, puesto que, en cierto modo, les estamos inculcando la idea que es correcto ceder a los deseos y demandas de los otros y que no importa si algo te incomoda, te molesta o no quieres hacerlo, puesto que no tienes derecho a negarte. 
 
Es imprescindible que los niños y niñas sean capaces de aprender sobre sus límites y sus preferencias, no sólo por su autocuidado durante la infancia, sino porque estas bases del ejercicio de consentimientos sobre su cuerpo y sobre ellos/as mismos/as, les acompañaran durante la juventud y la adultez. 
 
Además, tenemos que entender el proceso de aprendizaje de cómo vincularse a los otros como el resto de aprendizajes que se dan durante la infancia. Es decir, que del mismo modo que con el resto de aprendizajes respetamos los ritmos de cada niño, lo mismo tendríamos que hacer en este caso, dejándolos escoger de qué manera y en qué grado quieren vincularse con el resto de niños y niñas y con los adultos. 
 
¿Cuál es pues nuestro rol como adultos? Simplemente, cuidarlos y ayudarlos a hacer que, poco a poco, vayan encontrando su manera de mostrar afecto, de cómo y con quién vincularse. Dando por ejemplo diferentes alternativas para relacionarse que no sean los abrazos o los besos, o preguntándole previamente de qué manera lo querrá hacer: “Ahora vendrá tu tío, ¿cómo lo quieres saludar?«, «¿Te apetece darme un abrazo ahora?«, para que vayan encontrando su manera de relacionarse a su ritmo. 
 
¡Esperamos que os haya parecido interesante este artículo! ¡hasta la semana que viene! 
 
El Equipo de Somni Psicologia

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