Muchas veces se habla de la importancia de la comunicación entre los miembros de la familia, y cómo el tipo de comunicación que utilicemos en nuestro núcleo familiar afectará de una manera u otra a los niños y niñas de esa familia.
Los responsables de definir cómo será la comunicación familiar son los padres y madres que, al establecer de un tipo u otro, determinaran la manera en que los niños y niñas aprendan a expresarse y relacionarse con los demás.
Como hemos hablado en anteriores artículos de nuestro blog, existen diferentes tipos de comunicación: asertiva, pasiva y agresiva. Es importante tener en cuenta que, para que exista un buen flujo de información dentro del núcleo familiar, hay que intentar huir de estilos de comunicación pasivos, en los que no se da la opinión o se utiliza el silencio como respuesta, o agresivos, en los que se utilizan los gritos, las ofensas o los insultos como medio de expresión.
De modo que, eliminando dos de los tres estilos comunicativos presentados anteriormente, vemos claro que el camino hacia una buena relación es el asertividad, es decir, el poder dar nuestra opinión y expresar los que pensamos y sentimos, siempre teniendo en cuenta los sentimientos y emociones de la otra persona.
Pero, ¿cómo podemos saber qué está pensando o sintiendo la otra persona?
Son muchas las herramientas de las que disponemos para resolver esta pregunta, pero hoy queremos centrarnos en una en concreto que nos parece de lo más importante: la escucha activa.
El concepto de escucha activa, aunque nos parezca algo muy actual, surgió a medianos de 1950 por el psicólogo humanista Carl Rogers; aunque fue Thomas Gordon quien popularizó el concepto. A grandes rasgos, la escucha activa implica una serie de conductas y actitudes que preparan a dos o más interlocutores para escuchar y hablar, conectado emocionalmente entre ellos.
Pero escuchar al otro no implica solo oír lo que el otro dice; es un proceso mucho más complejo que requiere de un papel activo y un gran esfuerzo por parte del oyente. Y es que, además de estar atentxs a la comunicación verbal, es decir, a las palabras que oímos, deberemos también prestar atención a la comunicación no verbal: los gestos, la expresión facial, el tono de voz, etc.
De esta manera, podemos llegar a todo el mensaje en su globalidad, no solo a lo que otro dice, sino a los sentimientos, ideas y pensamientos que el otro también está compartiendo, aunque no lo esté expresando con palabras.
En el momento actual, en el que nos pasamos la mayoría del tiempo con los ojos fijos en las pantallas que nos rodean, este mensaje no verbal, imprescindible para la escucha activa, se pierde por el camino. Y es que muchas veces la otra persona está mirando su teléfono, haciendo mil cosas a la vez mientras escucha, por lo que nos es muy complicado llegar a practicar una escucha activa, hecho que puede generar problemas de comunicación y conflictos.
Como adultos y adultas, es importante ser un espejo en el que los niños y niñas puedan aprender, imitar y guiarse, por lo que es importante que prediquemos con el ejemplo e intentemos practicar este tipo de escucha tanto con otros adultos y adultas, como con los niños y niñas, que también tienen mucho que explicar y contar.
Y, ¿cómo podemos enseñar esta habilidad a los niños y niñas?
– Teniendo en cuenta precisamente esto: la escucha activa es una habilidad, y como tal para aprenderla debe ser practicada de forma progresiva y regular, ya que los niños y niñas, por ellos mismos, no son capaces de mantener en todas las situaciones una conversación escuchando con total atención.
– Las interrupciones suelen ser uno de los principales problemas de la escucha activa, ya que nos estamos escuchando activamente al otro, sino pensando en que responderemos, y muchas veces haciéndolo directamente sin esperar a que el otro termine de hablar. Es bueno remarcarles que, cuando una persona habla, hay que escucharla con respeto y sin interrumpirla. Y, una vez que la otra persona ha terminado de expresarse, entonces sí se puede contestar u opinar respecto de lo que ha dicho.
– Conocer el lenguaje no verbal, tanto propio como de la otra persona, les permitirá, no solo entender qué nos está queriendo decir el otro a través de su cuerpo, sino también hacerles conscientes de que dicen ellos con el suyo. Mirar a los ojos, asentir, hacer gestos, expresar facialmente qué nos hace sentir aquello que oímos, la postura mientras escuchamos, entre otras cosas, les ayudaran a llevar a cabo una escucha activa, y les ayudaran en sus futuras interacciones.
– La escucha activa lleva implícita la tolerancia hacia la opinión de los demás, por lo que, si juzgamos lo que la otra persona dice, no estamos siendo tolerantes con la opinión de ésta. La escucha activa nos enseña a aceptar lo que nos cuenta la otra persona, aún sin estar de acuerdo. Enseñar a los niños y niñas este tipo de actitudes, fomentará su tolerancia, asertividad e incluso les ayudar´a a aprender a admitir errores y no frustrarse, cuando sea el otro el que no esté de acuerdo con sus opiniones.
Pero, como hemos dicho anteriormente, la clave para que un niño o niña escuche de forma activa es que sienta que los demás también lo escuchan a él o ella con atención, comprensión y con total empatía. Si lxs adultxs pretenden que lxs peques aprendan a escuchar de manera activa, es una condición primordial, hacerlo mediante el ejemplo: dejando nosotros/as el móvil u ordenador, mirando a los ojos y, sin juzgar, escuchar activamente lo que el niño o niña tiene que decirnos.
¡Esperamos que este articulo os haya resultado interesante!
El Equipo de Somni Psicologia