Cuando pensamos en autoestima, pensamos siempre en nuestra imagen. ¿Nos gusta nuestro cuerpo? ¿Nos gusta nuestro estilo? ¿Pensamos que nos queda bien el corte de cabello que llevamos?
Obviamente, uno de los factores que influencian en nuestra autoestima es como nos presentamos al resto. ¡Claro que es relevante! Teniendo en cuenta que vivimos en una sociedad donde las apariencias resultan tan importantes, tendemos a reducirla únicamente a la autoimagen física.
Así pues, ¿qué dimensiones conforman nuestra autoestima general?
Una de estas es el anteriormente mencionada, la autoestima física. Esta, la conforma nuestra apariencia, pero también nuestro nivel de energía, nuestros hábitos de autocuidado (alimentación, descanso, ejercicio) y, en general, nuestra salud física. Importantísimo, ¡está claro! Puesto que el cuerpo es el que nos permite movernos, hacer, deshacer, pensar… ¡vivir! Obviamente, redes sociales como Instagram o Tiktok (y todos los filtros que tienen) nos influencian en esta dimensión.
Otra dimensión está relacionada con nuestra autoestima profesional. Esta está formada por nuestro desarrollo profesional, la satisfacción que tenemos con nuestros éxitos, los retos nuevos que logramos, el nivel de formación que tenemos, nuestra capacidad de hacer trabajo en equipo y la orientación que tenemos hacia los resultados. Redes sociales como Linkedin influencian mucho en esta autoestima.
Y la siguiente dimensión, muy unida a la profesional, es nuestra autoestima económica. Nos guste o no, vivimos en una sociedad donde la capacidad económica puede influir en las comodidades de cada cual, por lo tanto, tendremos que ser conscientes que hay algunos factores que nos pueden influir. Por ejemplo, puede ser mi capacidad de controlar mis gastos, si considero que ahorro y gestiono adecuadamente mi patrimonio, si planifico estrategias para aumentar mis ingresos, y si, en general, me siento satisfecho/a con los ingresos que tengo actualmente.
Poseemos una autoestima personal, formada por la percepción que tenemos de nosotros/as mismos/se. Así, valoraremos el hecho de potenciar nuestro autoconocimiento, nuestros puntos a mejorar, la capacidad de regular nuestras emociones, de actuar independientemente y de tener claras nuestras metas. Es decir, todo aquello que está relacionado con nuestro desarrollo personal.
Existe también una autoestima familiar. En esta, nos basamos en nuestras valoraciones sobre la relación de pareja que tenemos, la relación con los hijos o hijas, la relación con los padres/madres, con los hermanos/as, con la familia extensa y con las mascotas. Cabe destacar que influenciará mucho si tenemos y/o queremos tener alguna de estas relaciones. Por ejemplo, quien no tiene hijos/se y no quiere tener, probablemente no le suponga ningún desbarajuste.
¿Y a nivel de amistades? ¡Hay también una dimensión de la autoestima social! Está formada por la empatía y apoyo que siento por parte de mis amistades, la capacidad que percibo que tengo cuando pretendo influir en ellos/as, el hecho de disfrutar de compañías que considero estimulantes, si participo o no en asociaciones y/o hago aportaciones en la comunidad. Incluso, la capacidad que vivo que tengo a la hora de generar sinergias con otras personas.
Muy ligada al anterior, tenemos la dimensión de la autoestima de ocio. Esta depende del tiempo que dedico a mis aficiones, a consumir y producir cultura, al deporte, a disfrutar de mi tiempo de ocio, ya esté en casa o fuera, y a mi habilidad (y capacidad a nivel temporal) de tener tiempo para desconectar de mi trabajo.
Y, finalmente, tenemos una autoestima espiritual, la cual está basada en el hecho de sentir que somos congruentes con nuestros valores, que asumimos responsabilidades y trabajamos en nuestros puntos a mejorar; que cuidamos el medio ambiente y conectamos con la naturaraleza, y que dedicamos tiempo para reflexionar y meditar las cosas.
¿Cuándo acontece pues un conflicto? Cuando detectamos que hay una diferencia muy grande entre el nivel actual que tenemos de cada dimensión, y el que nos gustaría tener. Por ejemplo, si pienso que tendría que dedicar más tiempo al ocio del que estoy dedicando, sentiré malestar.
En cambio, si siento que el nivel actual de una dimensión (por más alto o bajo que sea) es parecido al que quiero tener… ¡no habrá problemas! Si, por ejemplo, considero que no dedico tiempo a formarme, pero tampoco quiero hacerlo… ¡estará bien!
Así pues, ¿qué tal si empezamos a practicar la autocompasión? Escucharnos, permitirnos y no juzgarnos puede ser una herramienta de cambio mucho más potente que el juicio y el castigo al que tendemos a entrar. Reforzando cada paso cabe donde queremos ir, nos motivará y nos ayudará mucho más, que no entrar en una espiral de autojuicio y autocastigo. Con calma, podemos ir trabajando los diversos factores para sentirnos mejor.
Pero, ¡recordemos! Cada cual hace lo que puede con lo que tiene. Es decir, que si no te está siendo posible, por ejemplo, cuidarte tanto como te gustaría… ¡no pasa nada! Es la realidad en la que estás viviendo. Procuraremos, poco a poco, mejorarlo. Con las pausas que hagan falta. Y si necesitas ayuda, ¡contáctanos y miraremos de acompañarte en tu proceso!
¡Esperamos que os haya resultado muy interesante! ¡Nos encantará leer vuestras opiniones! ¡Hasta el próximo miércoles!
El Equipo de Somni Psicologia