Processed with VSCO with a6 preset

Estamos viviendo tiempos difíciles. Muchas personas están contrayendo una enfermedad que no acabamos de entender, tenemos muchas libertades limitadas y no vemos a gente que queremos desde hace mucho tiempo. Todo esto se traduce en una incertidumbre constante, que nos provoca un malestar psicológico generalizado y persistente.

En un contexto así, es lógico que tengamos angustia y miedo. Estas emociones no dejan de expresarnos internamente el caos externo que estamos experimentando. A esto, se suma la falta de opciones para desahogarnos y relajarnos, que tantas otras veces hemos empleado: ya sea socializar con nuestras personas próximas, cambiar de aires explorando nuevos lugares o simplemente pasando la tarde en una cafetería.

¿Qué pasa con este miedo? A veces, una emoción tan intensa se traduce con sintomatología física, proceso llamado somatización. Es decir, nuestro cerebro, inundado de hormonas y neurotransmisores, puede querer dar significado a todo esto con síntomas físicos que, a pesar que nosotros y nosotras los notemos como reales, pueden no tener una base fisiológica. O el que es el mismo, notamos que estamos enfermas y enfermos sin estarlo.

A día de hoy, todas y todos conocemos cuáles son los síntomas físicos más habituales en el COVID-19, y en algún momento podemos notar que tenemos fatiga, dolor de cabeza, picor en el cuello o incluso fiebre. Y nos ponemos el termómetro. Y entonces, cuando el termómetro nos dice que todo va bien, se nos pasan todos los males. 

¿Quiere decir que, de repente, somos hipocondríacos/as? ¡Está claro que no! Es una reacción lógica y normal a la ansiedad y la preocupación que podemos sentir estos días.

Y pues… ¿qué hago si noto que tengo estos síntomas? Desde aquí, os recomendamos:

  • Evita mirar las noticias y/o buscar síntomas por Google: a menudo, al querer estar informadas e informados, estamos buscando información de manera constante. En este caso, puede resultar perjudicial puesto que aumentará las emociones anteriormente mencionadas, acentuando las molestias físicas.
  • Haz una actividad que te relaje y te ayude a desconectar: es importante que podamos bajar el nivel de ansiedad. Si cuando nos sentimos más relajadas/os nos notamos bien, claramente era un síntoma generado por el miedo.
  • Escúchate: nadie te conoce mejor que tú mismo/a. Fíjate si los síntomas que notas son parecidos a algo previo, y si son persistentes en el tiempo incluso cuando no piensas en este tema. Evalúa si te notas más tenso/a últimamente y si esto puede estar provocando este malestar, o si por el contrario, las sensaciones son nuevas y prevalentes.
  • Analiza el contexto: racionalizar puede ser también bastante útil en estos casos. Pregúntate: ¿has podido entrar en contacto con alguna persona que esté enferma? ¿Has sido un contacto estrecho? Si es poco probable, entonces seguramente sea un síntoma somatizado.
  • Date tiempo: la ansiedad y la preocupación están tan presentes que no podemos esperar gestionarlas en cuestión de minutos. Date un margen de tiempo para poder calmarte y ver como evolucionas.
  • Pide ayuda en el centro de salud: Finalmente, si notamos que la sintomatología persiste a pesar de haber llevado a cabo alguna de las pautas anteriores, es importante llamar al 061 y/o pedir ayuda en un centro de salud para descartar la existencia de la enfermedad. ¡Sería irresponsable por nuestra parte no seguir el protocolo de actuación! Además, si finalmente sale negativo, muy probablemente dejamos de sentir el malestar físico.

Recordad que, si después de hacer las pruebas, seguimos notándonos nerviosos/as, podemos pedir ayuda a profesionales para obtener las herramientas necesarias de gestión emocional.

Esperamos que os haya resultado muy útil, ¡nos vemos la próxima semana!

El Equipo de Somni Psicologia.

Hola, ¿ te puedo ayudar?