En muchas ocasiones, nos sucede que recibimos tratos, palabras o exigencias que no nos sientan bien. Nos hacen daño, nos ponen tristes o enfadadxs, o nos ofenden. Y, aun así, sin saber muy bien cómo, lo aceptamos y apechugamos. ¿Por qué? 

 

Es recurrente que suceda esto. En contextos laborales, en que se nos exige de más o se nos trata mal; en contextos sociales, de pareja o familiares, en los cuales no se nos valora o se nos menosprecia; incluso en nuestro discurso interno. Y, cuando pasa, puede que nos preguntemos cómo es posible que lo aceptemos. Quizá incluso nos sentimos culpables por hacerlo y nos machacamos. “Si lo he aceptado, es que lo merecía”. O peor aún, que nos juzguemos: “soy unx cobarde por no cambiar esta situación”. ¿Es eso cierto? ¡Claro que no! 

Entonces, ¿por qué lo aceptamos? 

  • Por baja autoestima: si no nos queremos a nosotrxs mismxs, entendemos que es normal recibir este tipo de trato. ¿Cómo va a ser de otra forma si “no valemos nada”? 
  • Por alta autoexigencia o sobreresponsabilización: en caso de pensar que “deberíamos hacer más” o “deberíamos ser más”, pensamos que merecemos los castigos que se nos imponen al no asumir la gran carga que nos han asignado. “Claro, ¡no he hecho lo que debería!” 
  • Por creencias arraigadas: quizá pensamos que es que “él/ella es así”, como algo inamovible. Y ya está, nos toca aguantar, ¿no?  
  • Por miedo (confundido con amor): “en realidad me quiere mucho, no pasa nada”; o bien “me importa mucho este trabajo, toca pasar por el aro”. ¿Es cierto? Normalmente, tenemos miedo a las posibles consecuencias que pueden provocar el plantarnos. Quizá castigos peores; quizá pérdidas de privilegios o, incluso, de la relación. 
  • Por dinámica y/o costumbre: quizá pensamos que es la forma adecuada de relacionarnos. Que no pasa nada, que “es normal”. Que es “como nosotrxs nos hablamos”. Es lógico que lo normalicemos como un mecanismo de defensa para poder seguir con nuestras vidas, ya que de lo contrario, supondría un sacrificio muy grande cambiar; o incluso deberíamos asumir unas pérdidas que no nos sentimos preparadxs para vivir. 

 

Así pues… ¿cómo podemos detectar estas situaciones y generar cambios para estar mejor? ¡Ahí van algunos consejos! 

  1. Quiérete: y quiérete bien. Y mucho. Dedícate un tiempo, cuídate y reconoce todo lo que mereces. Ten en cuenta, si lo necesitas para empezar, cuáles son los derechos humanos básicos. Y a partir de allí, valora qué necesidades y emociones tienes tú. Ofrécete todo aquello que tu cuerpo y tu sentir te pide. Y, si lo necesitas, pide ayuda profesional para lograrlo. 
  1. Distingue qué es tu responsabilidad y qué no: Procura diferenciar qué es lo que está bajo tu control y te pertoca, e intenta asumir lo que es legítimo. Trabaja, si hace falta, en no quedarte (y culparte) con todo aquello que no puedes gestionar, como podría ser las expectativas de las otras personas, resultados fuera de tu zona de control, sus emociones o su falta de habilidades de gestión (práctica y emocional). 
  1. Compréndelo todo, pero acepta lo que sea adecuado: obviamente cada persona es como es: tiene su personalidad, sus características y sus retos. Comprende cuando alguien no sabe hacer las cosas de otra forma, pero reivindica tus límites para que la otra persona aprenda dónde parar. Y, si no lo aprende, valora irte. Ten en cuenta lo siguiente: todo el mundo puede cambiar, pero debe querer hacerlo. 
  1. Acepta el miedo, y priorízate mientras lo vives: tener miedo a la pérdida y/o al rechazo es normal. Tu cerebro va a intentar que no sientas dolor, y si eres rechazadx o pierdes algo importante (una relación, un trabajo deseado, un proyecto de futuro), se va a activar para evitar que pase ya que dolería muchísimo. Pero, que duela a corto plazo, no significa que sea malo. A veces, es mejor pasar por ese duelo, que seguir en una situación que va minando tu bienestar. 
  1. Replantéate tu forma de relacionarte: te has acostumbrado, sí, pero no te hace bien. Y si no te hace bien, procura cambiar. Poco a poco, límite a límite y conversación incómoda tras conversación incómoda. Pero intenta encontrar la forma de relacionarte mejor. Si no lo consigues e irte no es una opción, te animamos a que pidas ayuda terapéutica para gestionar las expectativas y emociones que te genera esa situación. 

 

¿Te animas a hacer un cambio? ¡Esperamos que te haya resultado muy interesante! ¡El miércoles que viene, más! 

 

El Equipo de Somni Psicologia 

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