Quizás alguna vez has sentido a hablar de que nos vinculamos de maneras diferentes según cómo nos hemos vinculado con nuestros referentes. De hecho, a menudo se habla de “la teoría del apego” para comprender cómo nos relacionamos sobre todo en un contexto romántico. Pero ¿sabes de qué se trata?  

Esta teoría se desarrolló por Bolbwy, a partir de los trabajos de Ainsworth, y a pesar de que inicialmente se empleó para entender cómo se vinculan lxs niñxs con sus referentes, más tarde se vio que esta manera de vincularse se alargaba hasta vínculos adultos.  

¿Qué tipos de apegos hay y cómo se comportan? ¡Os lo explicamos!  

Primeramente, tenemos que entender que se pueden dividir en dos grandes grupos: apego seguro y apego inseguro. Dentro del segundo grupo, nos encontramos con 3 tipos: ansioso, evitativo y desorganizado.  

¿Cómo funcionan las personas que están dentro de cada grupo?  

  • Apego seguro: son personas que han podido vincularse de manera segura con sus referentes y con otras personas de su alrededor, de forma que se muestran confiadas, consistentes en sus actos y con una buena comunicación. Son personas que toman decisiones conjuntamente con sus vínculos relevantes, adquieren compromisos, expresan sus sentimientos y se sienten cómodas con la intimidad (tanto afectiva como sexual). Además, son personas que no miran de evitar los problemas, sino que buscan maneras de afrontarlos.  

 

  • Apego ansioso: son personas que necesitan una proximidad muy elevada (quizás incluso excesiva) con sus vínculos de referencia. Llevan muy mal el rechazo y pueden ser inseguras, además de emocionalmente lábiles. Tienen tendencia a tener siempre pareja, se preocupan mucho por la relación y pueden mostrar conductas de desconfianza. Se las puede considerar en ocasiones muy dependientes, incluso entrando en juegos para llamar la atención de la persona a quien están vinculadas. Finalmente, podemos ver que tienen tendencia a tener una autoestima baja.  

 

  • Apego evitativo: son personas que acostumbramos a percibirlas cómo “autosuficientes” a pesar de que realmente acostumbran a tener una alta inseguridad. No adoptan compromisos e insisten en los beneficios de estar solas, valorando mucho su autonomía. Muestran tendencia a desconfiar del resto y emplean a menudo estrategias de distanciamiento. Acostumbran a tener dificultades en la hora de expresar sentimientos y evitan los conflictos. Perciben que expresarse emocionalmente es una señal de vulnerabilidad que se tiene que esconder y tienen muchas dificultades para expresar sus intenciones claramente. A nivel sentimental, los cuesta enamorarse puesto que sienten que no se tienen que dejar llevar por las emociones.  

 

  • Apego desorganizado: acostumbra a ser fruto de experiencias adversas o traumáticas durante la niñez. Son personas que han aprendido que las relaciones son aterradoras, de forma que han asociado la intimidad con el miedo. Esto no implica que no tengan necesidad de conectarse con otras personas, pero viven la intimidad como un territorio peligroso. Así pues, tienen respuestas de supervivencia en los vínculos, de forma que bloquean la intimidad. Muestran una falta de control de los impulsos, y a la vez una importante necesidad de estar en control, en un estado de hipervigilancia. Les cuesta concentrarse o pensar en la línea del tiempo del pasado, y en ocasiones pueden revivir experiencias traumáticas. A pesar de ser el estilo más complejo, no es irreversible, y se puede trabajar para, poco en poco, modificar esta forma de apego.  

   

Cómo veis, la manera en la que hemos aprendido a vincularnos en la infancia nos influencia en la manera que nos vinculamos como adultos/as. Pero, no es algo estático (como uno rasgo de personalidad), sino que se puede tener experiencias vinculares reparadoras que nos pueden ayudar a, poco a poco, adquirir un estilo de apego seguro.  

  

Esperemos que os haya parecido súper enriquecedor este artículo, ¡el próximo miércoles más!  

  

El Equipo de Somni Psicologia 

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