Desde pequeños y pequeñas, nacemos con una capacidad innata para estar conectados/as con el presente, de disfrutar del momento, del ahora, de aquello que estamos viviendo y sintiendo en aquel preciso instante.
A medida que crecemos y nos dirigimos hacia la adultez, vamos poniendo en marcha el piloto automático. Dejamos de estar en el ahora para vivir en un futuro continuo, siempre pensando en lo que tenemos que hacer después, o mañana, o la semana que viene: anticipando, programando, etc.
Esta capacidad innata que teníamos en la infancia, con el estrés y el ritmo frenético del día a día, poco a poco va desapareciendo. Aun así, en los últimos años ha resurgido en los y las jóvenes y adultas la idea de parar, de frenar, bajar el ritmo y disfrutar más del día a día, intentar volver a adquirir esta capacidad innata y entrenarla.
Pero, ¿y si en lugar de volver a aprender de adultos aquello que nos era innato, trabajamos y entrenamos esta capacidad desde que somos niños y niñas para no perderla nunca?
Los niños y niñas son curiosos por naturaleza y tienen una gran capacidad para aprender, y una facilidad para estar conectados/as y atentos/as. No obstante, en la sociedad actual la mayoría de niños y niñas están cansados/as, inquietos/as, fatigados/as… tienen una alta demanda de energía a lo largo del día. Esta demanda no proviene solo del entorno escolar, sino también del resto de entornos. Generalmente cuando salen de la escuela tienen varias extraescolares diferentes y, cuando llegan a casa, una montaña de deberes para el día siguiente.
Este gasto energético diario dificulta esta capacidad de atención plena y de conexión con el presente, por lo que hay que trabajarla con ellos y ellas, y generar espacios donde poder hacerlo.
Ayudándolos a aprender a parar, a llevar a cabo este STOP, conseguimos que estén presentes de manera consciente, que aprendan a apagar el piloto automático, a poner la atención en lo que están sintiendo, en lo que están pensando, en qué sensaciones corporales tienen, a identificarlas, entenderlas y gestionarlas.
Y, ¿cómo podemos trabajar todo esto con los pequeños/as de la casa?
Últimamente oímos por todas partes el concepto del mindfulness, que se basa en la idea de prestar atención de manera consciente en lo que vivimos, en el momento presente, con interés, curiosidad y aceptación. Cómo hemos dicho antes, esta atención plena nos permite aprender a relacionarnos de manera directa con aquello que está pasando, en el presente, en el aquí y ahora.
Son muchas las técnicas que utiliza el mindfulness. Desde técnicas de relajación, ejercicios de respiración, conciencia corporal, meditación, identificación consciente de las emociones… aun así, no hace falta que las herramientas que utilizamos con los niños y niñas, ni los propios adultos, sean muy complicadas para que sean eficaces; pueden ser pequeños juegos o dinámicas que vayamos introduciendo durante el día a día.
Y es que la importancia y la eficacia de estas técnicas no se basa en su complejidad, sino en la práctica de manera regular de estas, que no sean una cosa que se practica de manera aislada, para que los niños y niñas sean capaces de integrarlas.
Hemos hablado de la capacidad innata de los niños y niñas por la atención llena, y de cómo el hecho de entrenarla desde pequeños/as les ayudará a no perder esta capacidad durante el camino pero, ¿qué otros beneficios puede tener por ellos aprender a parar?
- Mejorar la atención y la concentración.
- Desarrollar una comunicación más eficaz con los y las otras. Si están conectados/as con el presente y practican una escucha activa, entenderán mejor al otro y les será más fácil empatizar.
- Mejorar las relaciones sociales y la resolución de conflictos.
- Practicar la amabilidad, no solo hacia el resto, que muchas veces es a lo que damos prioridad en la infancia, sino hacia ellos y ellas mismas.
- Identificar, entender y gestionar las emociones: a nivel interno, pero también a nivel corporal. Si paran y conectan con el cuerpo, serán capaces de conectar emoción y sensación corporal y entenderse mejor. Integrar todos estos elementos, facilitará al niño/a la gestión de sus emociones.
- Aprender a identificar cuando es necesario parar y tener las herramientas para autorregularse.
- Facilitar y mejorar el autocontrol.
- Aumentar y mejorar su autoestima.
A pesar de que el objetivo final sea que el niño/a sea capaz de parar y utilizar las herramientas necesarias de manera autónoma, también podemos compartir esta práctica de la atención llena en un momento familiar. Son muchos los y las adultas que no se permiten hacer este STOP a lo largo del día, y tenerlo como una actividad familiar nos permite crear un momento de aprendizaje y relajación en familia, haciendo que el niño o niña lo viva como un juego y un momento compartido con los padres y/o madres.
Crear estos espacios en familia, nos permitirá también un ambiente facilitador para hablar con los niños y niñas sobre sus emociones, sobre cómo se han sentido durante el día, incluso también para hablar sobre nuestras emociones y experiencias, y poco a poco ayudarles a identificar y gestionar todo aquello que van experimentando y sintiendo.
Esperamos que os haya parecido interesante el artículo, hasta la semana próxima.
El Equipo de Somni Psicologia