¿Para qué voy a decir nada?
En muchas ocasiones, cuando alguien nos dice algo que nos duele o nos sienta mal, nos planteamos justamente esta pregunta: ¿Para qué voy a decirle nada?
Veamos. ¿Qué ocurre cuando yo no establezco un límite?
Si una persona realiza un acto o dice algo que me genera un malestar y no se lo comunico, pasan dos cosas. Primera, la persona no se entera, por lo que es muy probable que este evento vuelva a repetirse en un futuro. Y sí, sabemos que hay gente que, a pesar de contarle lo que nos ha generado, va a repetirlo igualmente. Pero en ese momento, nosotrxs seremos quienes decidiremos si queremos seguir dando oportunidades y espacios a esa persona, o si vamos a cambiar nuestra relación con la misma. Porque… ¿de verdad quieres relacionarte con alguien que no te respeta?
Por otro lado, lo que también sucede es que nuestra autoestima cada vez va a ir a menos. Si yo no me defiendo, acabo integrando que “no tengo derecho a defenderme” por lo tanto, “no merezco defenderme”. Esto es altamente destructivo porque entonces, cada vez más frecuentemente e incluso con más intensidad, aceptaremos situaciones, contextos y actos que nos dañan. Y, en el peor de los casos, nos culparemos a nosotrxs mismxs por ello: “claro que ha hecho esto, es que me merezco lo peor, es por mi culpa”.
Una vez entendemos la importancia de establecer límites y comunicar nuestras emociones y necesidades, la pregunta obvia que nos puede aparecer es: “¿Y cómo hago eso?”. ¡Con asertividad!
Podemos hablar con la persona e, inicialmente, empatizar con ella, porque ya sabemos que realmente no pretendía hacernos daño.
Acto seguido, es importante que expresemos lo que ese hecho/comentario/momento nos ha hecho sentir, con un lenguaje emocional: “he tenido miedo de”, “he vivido como que no te importaba”, “me ha molestado porque”. ¡Importante! Siempre hablaremos de la conducta concreta, no de la persona. Es decir, no le diremos “me has hecho sentir” sino “esta broma me ha hecho sentir”. De esta forma, no sólo estaremos siendo fieles a la realidad (la persona no es mala, ¡claro que no!), sino que evitaremos que se sienta especialmente atacada.
Y al finalizar, podemos intentar encontrar una forma de negociar nuestra relación, para que cubra tanto sus necesidades como las nuestras: “¿Qué te parece si me avisas de lo que no te está gustando antes, de forma que puedas expresármelo de otra forma, y no nos genere tanto malestar a ninguna de las dos?”.
Recuerda que poner límites a las personas de tu alrededor no significa que vayan a rechazarte ni que se vayan a enfadar, sino que podréis conjuntamente desarrollar una relación que satisfaga a ambas partes.
¡Nos vemos el miércoles que viene!
El Equipo de Somni Psicologia