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Hemos hablado varias veces sobre la importancia de los límites, y siempre nos gusta utilizar una metáfora que nos parece muy visual. Vamos a imaginarnos a un/a niño/a o adolescente al inicio de un camino. Los limites delimitarían el camino. Si no hay delimitación, el margen de error de la persona que va por el camino será mucho más elevado, es decir, tendrá muchas más posibilidades de perderse, de equivocarse o de irse hacia los extremos del camino.
Muchas veces al hablar con padres y madres sobre los límites aparecen algunas dudas: ¿Qué límite debo poner? ¿Cómo hago que lo cumpla? ¿Qué consecuencia aplico? ¿Cuándo lo pongo? ¿Y si se rebela? Estas son preguntas muy frecuentes y que tienen una respuesta en concordancia con las dificultades de comportamiento que muestra el niño o la niña; en base a sus prioridades, a sus intereses, a su edad, entre otras.
Pero a veces surgen miedos aun sabiendo que poner límites es algo que a la larga beneficia a nuestrx hijx. ¿Os viene a la cabeza de que miedo podemos estar hablando?
Como madres y padres a veces lo que piense el resto sobre nosotros o sobre la educación que les brindamos a nuestrxs hijxs nos puede repercutir bastante. Tanto es así que, a veces, lo dejamos pasar y lo intentamos arreglar como sea para no llamar la atención, aunque te estes mordiendo la lengua.
¿Quién no ha sido mamá o papá y su hijx le ha montado una pataleta en medio del parque, o en medio de la salida de la escuela, o en el kiosko, o el supermercado? Ahí intentamos actuar lo más rápido posible, aunque no estemos siguiendo nuestros valores, porque parece que al estar a ojos de más gente debemos encontrar la solución rápidamente para que la intensidad emocional de nuestrx hijx se reduzca y dejemos de sentir verguenza o asombro.
En casa, con los límites, a veces pasan cosas similares. Por ejemplo, tenemos que marcar un límite en casa y sabemos que nuestrx hijx se va a desregular al oír la consecuencia que va a tener por haberse comportado de manera inadecuada o por no haber realizado sus tareas. El/la niño/a, si aún no está acostumbradx a tener límites, lo primero que va a hacer es intentar por todos los medios deshacerse de ese límite y no tener consecuencia.
¿Y aquí qué entra? Entran los gritos, los llantos de los hijxs, si perdemos la paciencia de los adultos; y entonces…. LOS VECINOS. ¿Qué pensarán los vecinos? ¡Un día de estos vendrá la policía! ¡Cuando me los cruce no sabré ni cómo mirarlos!, entre mil frases más o pensamientos que a veces a todos nos han venido a la cabeza.
Desde Somni Psicologia os queremos validar estos miedos. No os vamos a decir que poner límites es algo fácil agradable; a veces se hace cuesta arriba y más bien es desagradable, pero con perseverancia haremos que nuestrxs hijxs sean responsables, sepan que hay que hacer esfuerzos y deben ser constantes y adecuados. Tened en cuenta que los estamos protegiendo de posibles frustraciones con otras personas, les estamos enseñando a que no siempre se puede conseguir lo que ellxs quieren, que no todo es inmediato y, sobre todo, que la autoridad no son ellxs y deben de respetar las autoridades aunque estén en contra de su punto de vista en diferentes ocasiones.
¡Esperamos que te haya resultado muy interesante! ¡Hasta el próximo miércoles!
El equipo de Somni Psicologia
Emociones, NUESTRO BLOG, Salud Mental, Terapia
¿Cuántas veces has empezado a un lugar nuevo (estudios, trabajo, entorno social) y te has sentido tenso/a porque temías que te rechazaran? ¿Cuántas veces has repasado una y otra vez tus acciones, o te has frenado en la hora de decir algo, por miedo a que dejaran de querer estar contigo o te juzgaran?
Todo esto es miedo al rechazo, y es un miedo habitual y muy comprensible teniendo en cuenta que los humanos somos seres sociales. Si lo pensamos bien, vivimos en un entorno que fomenta y promueve la interacción social (aún más en sociedades cooperativistas, como las mediterráneas) y que el rechazo supone un malestar y un ataque a la autoestima.
De hecho, según un estudio realizado por la Universidad de Alabama (2006), el rechazo social en niños/as puede conllevar graves consecuencias en su desarrollo. El hecho de no tener un entorno social, el/la niño/a vive más situaciones de estrés, de forma que su maduración socio-cognitiva se verá mermada, del mismo modo que no tendrá la oportunidad de adquirir las habilidades sociales adecuadas. Y aquí tenemos un pez que se muerde la cola.
Así pues, hoy os queremos dar algunos consejos para procurar gestionar el rechazo social de la mejor manera posible, siendo conscientes que no está bajo nuestro control el hecho de caer bien o mal. Por lo tanto, ¿cómo podemos llevarlo “mejor”?
- Huye de cualquier escenario mental alternativo: Sí, de acuerdo. Sentir que nos rechazan es muy duro, pero imaginarnos un escenario imaginario en que nos quieren solo hará que la realidad nos acontezca más difícil de digerir, y duela más.
- Vive las emociones: no intentes minimizar lo que ha pasado. No tiene ningún sentido ser “valiente”. Conecta con lo que sientes y exprésalo, puesto que tienes todo el derecho.
- Acepta que no podemos gustar a todo el mundo: tenemos limitaciones. Sé consciente que, por más que te esfuerces, habrá gente a la que no le caerás bien. ¡Y está bien! ¡Es normal! Al final, para gustos, ¡colores!
- No, no es personal: es muy fácil decidir auto-boicotearte pensando en todo aquello que no te gusta de ti mismo/a. Pero piensa que el rechazo no es personal en sí, simplemente no encajas con la manera de hacer o de ser de esta persona. No te hace ser peor por eso. ¡Hay otras muchas personas que disfrutan de cómo eres! Y si no las has encontrado todavía, ¡no sufras! ¡Ya llegará! Puedes probar de conocer personas nuevas en diferentes círculos o ambientes, ¡ya verás!
- Sin pedestales: a menudo, idolatramos a aquellas personas que nos rechazan. ¿Qué sentido tiene? Simplemente nos potencia el punto anterior: el auto-boicoteo. Así pues, te proponemos que procures dejar de ignorar quién te quiere, y parar la admiración de quien te rechaza. Ten presente cuando tú has rechazado a alguien: no odiabas a aquella persona, sino que probablemente sentías pena o incluso vergüenza.
- ¡Tampoco hay que atacar!: del mismo modo que no va contigo, ¡tampoco va con ellos/as! No hay una intencionalidad en la hora de no encajar, de forma que no tiene sentido castigarlos/las.
Así pues, si sientes que eres rechazado/da por otra persona (amistad, familiar, o posible pareja), hazte consciente, acéptalo e intenta cuidarte. Evita juzgarte, tómate tu tiempo para ti, fomenta verte con personas que sí te aceptan y, si te es posible, emplea el humor como mecanismo de asimilar lo acontecido.
Recuerda que la primera y principal relación de tu vida es contigo mismo/a. ¡Y tiene que ser la más sana! Y si notas que te está costando gestionar y asimilar este rechazo, ¡escríbenos! ¡Nos encantará ayudarte!
El Equipo de Somni Psicologia