Impaciencia, ¿cómo enseñamos a esperar?

Impaciencia, ¿cómo enseñamos a esperar?


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La paciencia nos permite soportar largas esperas, dificultades o contratiempos para conseguir algo que necesitamos o queremos. Las personas adultas somos capaces de entender que, más allá de la espera, llegará el placer, y obtendremos aquello que queremos, ¿pero qué pasa con los niños/as?

Es natural que los niños y niñas no toleren la espera, puesto que no se trata de una habilidad innata, sino de un aprendizaje que se tiene que desarrollar durante su niñez. En esta etapa, todavía no tienen noción del tiempo, y por eso se los hace difícil entender las consignas «en cinco minutos», «después» o «mañana», puesto que no son capaces de situarlas en su mundo imaginario. Muchas veces esta no comprensión de la temporalidad, junto con la dificultad para entender su frustración y la dificultad de comunicarla, puede llevar al niño o niña a un malestar emocional que exteriorizará de manera conductual, como por ejemplo a través de gritos, pataletas o llantos.

A menudo estas enrabiadas son mal interpretadas por los adultos como una jugada del niño o niña para conseguir el que quiere, cuando frecuentemente solo reflejan una mala autogestión emocional, puesto que en aquel momento es la única manera que tiene de expresar aquello que está sintiendo.

Esta falta de paciencia se ha maximizado en los últimos años a causa del modelo de sociedad actual. El sobre uso de nuevas tecnologías, con las que obtienen placer al instante, sumado a la inmediatez en la que nos encontramos como sociedad, como enviar un mensaje y que nos contesten en el momento, hacer una videollamada cuando y donde lo necesitamos o conectarnos a internet desde cualquier lugar de manera inminente, fomentan esta dificultad a tolerar y gestionar la espera.

A continuación, os dejamos algunas ideas que podéis tener en cuenta y poner en práctica para trabajar con los niños y niñas, desde casa y en el día a día, la espera y la paciencia:

  1. Dar ejemplo: Los niños y niñas basan muchos de sus comportamientos en la repetición, y por eso si en situaciones que nos resultan frustrantes actuamos de manera explosiva, aprenderán que aquella es la respuesta correcta. Podemos aprovechar que queremos darles ejemplo, para trabajar nuestra propia paciencia.
  1. Anticipar: Si anticipamos al inicio del día, o unos días antes, qué haremos a lo largo de este, será más fácil que el niño/a se sitúe temporalmente y reduciremos su ansiedad. Podemos ayudarnos de apoyo visual y hacerlo/la partícipe, para que integre mejor esta temporalidad.
  1. Diálogo: Acompañar la espera de la razón por la cual tiene que esperar, empezando a introducir las normas sociales y de educación, y especificar de manera clara y concreta cuando será su turno. Por ejemplo, haciendo cola en una tienda, explicarle que cuando acaben de atender a la persona que hay delante nuestro, será su turno.
  1. Cuantificar el tiempo: Si todavía no entienden el concepto tiempo, podemos utilizar un reloj, una canción, una alarma o un cronómetro para marcar el tiempo de espera, de este modo tendrá un apoyo en el cual cuantificar su espera.
  1. Establecer normas conjuntas: Acordar normas de manera conjunta con los niños y niñas, para tener claro en qué momentos tienen que esperar y en qué momentos pueden interrumpir. De este modo, si en alguna ocasión no lo tienen claro, puedan tener el refuerzo visual y consultarlo. Por ejemplo, establecemos un código de colores en las puertas mientras el padre o la madre trabajan: si a la puerta hay el color rojo, quiere decir que no puedo entrar. Si hay el color naranja, significa que primero tengo que picar a la puerta y esperar que me digan que puedo pasar, y si hay un color verde, puedo pasar sin ningún paso previo.
  1. Fomentar juegos de espera: Hay juegos como las adivinanzas, rompecabezas, juegos en los cuales hay que respetar los turnos, etc., que pueden ayudar a trabajar la paciencia, la espera y que, en el supuesto de que aparezca la frustración, nos encontraremos en un entorno controlado donde poder gestionarla.

Esperamos que el artículo os haya parecido interesante y, si es así, ¡os invitamos a compartirlo!

 El Equipo de Somni Psicologia

Miedos infantiles, ¿qué podemos hacer?

Miedos infantiles, ¿qué podemos hacer?

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¿Habéis escuchado alguna vez la frase “no debes tener miedo”? 

Sí, es tan frecuente decirla y escucharla que no es extraño conocer a gente que ha convertido esta frase en un mantra que se repiten a sí mismos/as una y otra vez cuando una situación les genera dicha emoción. 

El miedo es una emoción básica y como tal tiene una función adaptativa para los seres humanos. Esto quiere decir que nos ayuda a sobrevivir como especie y que, por tanto, sí que debemos tener miedo si queremos sobrevivir. 

La función adaptativa del miedo es protegernos de todo aquello que pueda ser peligroso para nosotros, proporcionando respuestas de huida o ataque ante el estímulo que nos despierta dicha emoción. 

No es de extrañar, pues, que los miedos varíen según la edad, en función de la consciencia de riesgo que tenga la persona ante distintos estímulos.  

Este hecho explica que los miedos infantiles nos parezcan irracionales e incluso absurdos en muchas ocasiones. Por ejemplo, al ver que un niño o niña llora cuando su madre se aleja, aunque esté su padre presente, pero no llora cuando la familia sufre un atraco.  

Si en el momento en que el niño o niña llora porque su madre se aleja, nosotros pensamos que es una situación absurda y decimos “No debes tener miedo. Mamá no se va para siempre”, le estamos anulando su emoción a pesar de que ésta esté siendo adaptativa. 

Esto no supondrá una consecuencia importante si pasa en una única ocasión, pero si se convierte en algo recurrente, este niño o niña, comenzará a presentar dificultades para identificar, aceptar y gestionar el miedo.  

Y entonces, ¿cómo podemos reaccionar cuando nuestros peques están asustados? 

  • Podemos crear un espacio de conversación en que podamos escuchar e ir a la raíz de aquello que les da miedo a nuestros peques. En estas conversaciones, deberíamos intentar normalizar hablar de los miedos, y no solo los de nuestros peques, también de los nuestros, así verán que sentir miedo es de lo más normal. 
  • Siempre debemos validar y acompañar la emoción a pesar de que nosotros no compartamos su miedo. Recordad, cuando validamos una emoción diciendo “entiendo que tengas miedo de que venga un monstruo” no estamos hablando de si existen o no los monstruos, estamos diciendo que entendemos que exista ese miedo, y nuestros peques necesitan que entendamos su emoción. 
  • Los juegos de imaginación son la mejor herramienta para que los peques superen sus miedos, por ejemplo, creando un superhéroe imaginario que lo proteja o dejando una trampa para los monstruos bajo la ventana. 
  • Podemos buscar un objeto, juguete o ¿por qué no? nuestra mascota, a modo de protección, de forma que lo pueda coger o ir a visitar para sentirse seguro. 
  • En caso de que se trate de un miedo muy intenso, podemos crear una cueva o cabaña en su habitación que le haga sentirse seguro o segura, fuera del alcance de aquello que le da miedo. 

Si a pesar de estas ideas, observáis que vuestros peques se bloquean mucho ante alguna situación que le genera miedo, que se trata de situaciones muy irracionales o que estos miedos empiezan a suponer consecuencias importantes en su día a día, no dudéis en pedir ayuda a un profesional que pueda ayudarle. 

Esperamos que os haya sido útil y si queréis saber más, no dudéis en poneros en contacto con nosotras. 

Equipo de Somni Psicologia.

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