Crianza compartida con abuelxs

Crianza compartida con abuelxs

No es ningún secreto que, hoy en día, parte del proceso de crianza recae, muy a menudo, en lxs abuelxs.  

Pese a que, en la mayoría de los casos, eso es debido a la dificultad en la conciliación familiar, supone una gran ventaja para el desarrollo de los niños y las niñas a nivel emocional, cognitivo y social. Sin embargo, puede suponer también muchos conflictos entre las figuras de crianza. Es decir, entre los progenitores y lxs abuelxs. 

Esto tiende a ocurrir debido a varias razones, pero las más relevantes son las siguientes: 

  • Los cambios en cuanto a los modelos de crianza entre generaciones pueden suponer que lxs abuelxs no entiendan muchas de las normas impuestas por los padres o madres, suponiendo sugerencias, propuestas o, incluso, imposiciones sobre cómo realizar las tareas de crianza. 
  • La dificultad para invertir los roles de autoridad en cuanto a la crianza. El rol de autoridad es algo muy complejo y muy interiorizado. Las abuelas y abuelos, como madres y padres de los progenitores, han percibido siempre ese rol de autoridad sobre ellos, sin embargo, en el momento en que estxs hijxs se convierten en padres/madres, adquieren un rol de autoridad que debería ser mayor al de lxs abuelxs, escalando en la pirámide de autoridad por encima de ellos. Esta inversión de los papeles puede llevar muchos conflictos, ya sea porque los padres o madres no saben cómo poner ciertos límites a sus progenitores o porque éstos no los acepten viniendo de sus propixs hijxs. 

Para que este equipo de crianza funcione y no pongamos límites incoherentes a los y las peques, la clave recae en la comunicación y el respeto entre padres/madres y abuelos/abuelas. 

Debemos entender que estos dos cambios no sólo nos afectan a nosotrxs y nos generan ese malestar, sino que es algo mutuo y comunicarnos de forma asertiva para trasladar aquello que es importante para nosotrxs respetando lo que lo es para ellxs. 

Y para ello, deberemos poner límites muy claros, pero también trabajar nuestra flexibilidad. Desgraciadamente, la crianza nunca puede recaer únicamente en unas manos porque, pese a que eso saciaría nuestra necesidad de control, no sería positivo ni para nuestra propia gestión emocional, ni para el desarrollo de tus peques. 

Esperamos que os haya parecido interesante el artículo y que pueda ayudaros a gestionar la crianza compartida con los abuelos y las abuelas. Y si queréis tips o estrategias más concretas, no tenéis más que pedirlo en comentarios y os crearemos contenido al respecto. 

¡Hasta la semana que viene! 

El equipo de Somni Psicologia 

Límites y miedos 

Límites y miedos 

Hemos hablado varias veces sobre la importancia de los límites, y siempre nos gusta utilizar una metáfora que nos parece muy visual. Vamos a imaginarnos a un/a niño/a o adolescente al inicio de un camino. Los limites delimitarían el camino. Si no hay delimitación, el margen de error de la persona que va por el camino será mucho más elevado, es decir, tendrá muchas más posibilidades de perderse, de equivocarse o de irse hacia los extremos del camino.  
 
Muchas veces al hablar con padres y madres sobre los límites aparecen algunas dudas: ¿Qué límite debo poner? ¿Cómo hago que lo cumpla? ¿Qué consecuencia aplico? ¿Cuándo lo pongo? ¿Y si se rebela? Estas son preguntas muy frecuentes y que tienen una respuesta en concordancia con las dificultades de comportamiento que muestra el niño o la niña; en base a sus prioridades, a sus intereses, a su edad, entre otras.  
 
Pero a veces surgen miedos aun sabiendo que poner límites es algo que a la larga beneficia a nuestrx hijx. ¿Os viene a la cabeza de que miedo podemos estar hablando? 
Como madres y padres a veces lo que piense el resto sobre nosotros o sobre la educación que les brindamos a nuestrxs hijxs nos puede repercutir bastante. Tanto es así que, a veces, lo dejamos pasar y lo intentamos arreglar como sea para no llamar la atención, aunque te estes mordiendo la lengua.  
 
¿Quién no ha sido mamá o papá y su hijx le ha montado una pataleta en medio del parque, o en medio de la salida de la escuela, o en el kiosko, o el supermercado? Ahí intentamos actuar lo más rápido posible, aunque no estemos siguiendo nuestros valores, porque parece que al estar a ojos de más gente debemos encontrar la solución rápidamente para que la intensidad emocional de nuestrx hijx se reduzca y dejemos de sentir verguenza o asombro.  
 
En casa, con los límites, a veces pasan cosas similares. Por ejemplo, tenemos que marcar un límite en casa y sabemos que nuestrx hijx se va a desregular al oír la consecuencia que va a tener por haberse comportado de manera inadecuada o por no haber realizado sus tareas. El/la niño/a, si aún no está acostumbradx a tener límites, lo primero que va a hacer es intentar por todos los medios deshacerse de ese límite y no tener consecuencia.  
 
¿Y aquí qué entra? Entran los gritos, los llantos de los hijxs, si perdemos la paciencia de los adultos; y entonces…. LOS VECINOS. ¿Qué pensarán los vecinos? ¡Un día de estos vendrá la policía! ¡Cuando me los cruce no sabré ni cómo mirarlos!, entre mil frases más o pensamientos que a veces a todos nos han venido a la cabeza.  
 
Desde Somni Psicologia os queremos validar estos miedos. No os vamos a decir que poner límites es algo fácil agradable; a veces se hace cuesta arriba y más bien es desagradable, pero con perseverancia haremos que nuestrxs hijxs sean responsables, sepan que hay que hacer esfuerzos y deben ser constantes y adecuados. Tened en cuenta que los estamos protegiendo de posibles frustraciones con otras personas, les estamos enseñando a que no siempre se puede conseguir lo que ellxs quieren, que no todo es inmediato y, sobre todo, que la autoridad no son ellxs y deben de respetar las autoridades aunque estén en contra de su punto de vista en diferentes ocasiones.  

¡Esperamos que te haya resultado muy interesante! ¡Hasta el próximo miércoles! 

El equipo de Somni Psicologia 

Agresividad infantil

Agresividad infantil

Todxs en algún momento hemos vivido de primera mano una rabieta, ya sea una propia cuando éramos peques en algún momento de rabia o frustración, o bien sea una ajena en algún niño o niña de nuestro entorno.  

Y es que las rabietas son algo normal, una manera que tienen los y las peques para hacernos saber que no están conformes con algo, que algo no les gusta o que se sienten disgustadxs. Las rabietas son algo adaptativo que, poco a poco y con el tiempo, aprenderán a gestionar, adquiriendo las herramientas para expresar esa disconformidad de otras maneras.  

Pero, ¿qué pasa cuando estas rabietas van acompañadas de agresividad, ya sea hacia unx mismx o hacia otra persona?  

Esos momentos generan en las personas adultas emociones complejas y generalmente desagradables, y tendemos a querer parar lo antes posible esa conducta y terminar con esa situación que genera mucho malestar.  

¿Qué podemos hacer ante este tipo de ocasiones? 

En primer lugar, poner el foco en ambas partes. No sólo en lo que está diciendo o haciendo el niño o niña, sino también poner el foco en nosotrxs, es decir, plantear qué me está generando a mi como adultx esta situación. Porque muchas veces aquello que yo estoy sintiendo en ese momento, va a influir en la manera que voy a actuar ante esa situación.  

Es importante que, a pesar de que esa situación nos genere emociones desagradables, mostremos neutralidad y seguridad a la hora de actuar, y que todo aquello que nos pueda estar afectando a cómo estamos viviendo esa situación (cansancio, frustración, agobio…) no nos afecte en la gestión de la situación.  

Una vez controladas nuestras emociones, debemos proceder a garantizar la seguridad de nuestrx peque, en el caso de autoagresiones; o del otro niño o niña, en el caso de agresiones ajenas. ¿Cómo hacemos eso? Marcando un límite claro y físico para finalizar esa agresión. El niño o niña en ese momento no está siendo capaz de controlar sus emociones, por lo que necesita que nosotros seamos ese control que no está pudiendo ejercer.  

Una vez finalizada y controlada la agresión, es el momento de preguntarnos, ¿qué puede haber originado esa conducta? Recalcamos que no le preguntamos al o a la peque, sino a nosotrxs mismos. Y es que, en ese momento de pico emocional, el niño o niña no va a poder razonar, no va a mostrarse abiertx a escucharnos ni a comunicar, por lo que intentar indagar o debatir con él o ella en ese momento va a ser inútil, al igual que intentar darle un discurso respecto a la agresión.  

Así que lo que haremos es, mediante el contexto y lo que ha podido suceder antes de la agresión, intentar averiguar qué creemos que puede estar pasando y qué puede haberle hecho reaccionar así. 

Mientras pensamos qué puede haber pasado, nuestra respuesta va a ser mantenernos cerca, es decir, físicamente disponibles, dejándole espacio al niño para que poco a poco, la intensidad de su emoción disminuya y esté preparado para comunicarse con nostroxs.  

Hay que tener en cuenta que hay peques que van a poder relajarse y bajar la intensidad de su emoción de manera autónoma, mientras que hay otros que van a necesitar más de nuestro acompañamiento. Pero debemos recordar que en ese momento no lo estamos educando respecto al conflicto que acabamos de vivir, sino que estamos acompañando la gestión de la emoción para poder gestionarlo con mucha más calma. 

Durante ese proceso, podemos ofrecer al niño o niña una muestra de cariño o contacto, por si puede ayudarle. Y es que a pesar de que más adelante vamos a tener que educarle sobre la conducta que acaba de realizar, ahora puede necesitar de ese abrazo o de esa muestra de cariño para regularse y para ayudar a calmarse y hacerlo sentir querido y acompañado: “quiéreme cuando menos me lo merezca, porque será cuando más lo necesite”. 

Cuando nos encontramos en el punto en el que el niño o niña ha podido regular la intensidad de su emoción, podemos pasar a validarla. Es importante ayudarle a poner palabras a aquello que ha pasado y que ha sentido, pero sobre todo que se sienta comprendidx: “Te ha hecho enfadar mucho que te quitaran tu juguete, ¿verdad?”. En ese proceso debemos intentar empatizar y conectar, des de su perspectiva, con aquello que nos está contando para ayudarle a expresarlo, aunque no estemos de acuerdo con lo que ha dicho o ha hecho.  

Y después de todo este proceso, llegamos al punto final: educar. Y es que en ese momento sus revoluciones e intensidad emocional han bajado y es un bueno momento para hablar sobre lo que ha pasado, sus conductas, alternativas a ese comportamiento, las emociones de los demás, soluciones una vez ha realizado la conducta…  

Finalmente, una vez cerrado todo lo anterior, es un buen punto para hablar con él o ella sobre las consecuencias que va a tener dicha agresión, estableciendo unos límites y consecuencias claros.  

Esperamos que el artículo os haya resultado interesante, ¡volvemos la semana que viene! 
 

El Equipo de Somni Psicologia 

Beneficios de la psicología infantil

Beneficios de la psicología infantil

La psicología infantil es la rama de la psicología centrada en la búsqueda del bienestar de los niños y las niñas a nivel cognitivo, emocional y comportamental. 

De hecho, la psicología enfocada a esta etapa no dista mucho de la psicología para personas adultas a nivel de objetivos, pero sí a nivel de metodología, dado que nuestra herramienta principal de trabajo será el juego en lugar de la palabra. 

No es de extrañar, por esta razón, que la mayoría de menores que asisten a centros de psicología, cuenten que se pasan el rato jugando o dibujando.  

¡No os dejéis engañar! Gracias a estos juegos, los niños y niñas desarrollan las habilidades necesarias para relacionarse, gestionar sus emociones y afrontar los conflictos de su día a día de una forma saludable. 

Sin embargo, igual que ocurre en la etapa adulta, muchas personas consideran que no es necesario que un niño o una niña inicie un proceso terapéutico si no hay un diagnóstico psicopatológico previo. ¡Esto es un grave error! 

Durante la infancia, las estructuras neuropsicológicas maduran a gran velocidad. Esto significa que tenemos una mayor plasticidad cerebral y, por tanto, aprendemos con más facilidad.  

Si no recibimos las herramientas necesarias para gestionar nuestras emociones, construirnos como personas, establecer relaciones sanas y tener la habilidad de resolver los conflictos durante la infancia, establecemos patrones poco funcionales a lo largo de nuestro desarrollo y cada vez nos costará más modificarlos. ¡Más vale prevenir que curar! 

Y ¿cómo podemos saber si nuestro niño o nuestra niña puede beneficiarse de la psicología infantil? 

La clave está en fijarnos en los pequeños detalles que puedan demostrar que están presentando dificultades para afrontar algunas situaciones de su día a día. Deberíamos prestar especial atención a las siguientes áreas: 

  • Gestión de algunas emociones: Rabietas frecuentes o de elevada intensidad, baja tolerancia a la frustración, miedos intensos, alegría descontrolada… 
  • Cambios en el apetito, el sueño o el control de esfínteres. 
  • Cambios de conducta: Aparición de conductas poco funcionales como la búsqueda continua de sus personas de referencia, agresividad, desobediencia, movimientos repetitivos o estereotipados… 
  • Interacción social: Timidez extrema, falta de iniciativa social, dificultad para interaccionar con los compañeros, situaciones de acoso escolar… 
  • Bajadas del rendimiento académico. 

¿Observas alguna cosa que te preocupe? Si es así no dudes en contactarnos para buscar asesoramiento. En Somni Psicologia ofrecemos siempre una primera visita completamente gratuita y sin compromiso. El objetivo es poder ayudar a la persona a comprender qué está ocurriendo y explicarle en qué podemos ayudar a través de nuestros servicios o derivaros a otros profesionales que creamos que puedan adecuarse mejor a vuestras necesidades. 

¡Esperamos que os haya resultado interesante nuestro artículo de hoy! ¡Nos vemos el próximo miércoles! 

El Equipo de Somni Psicologia 

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