No es extraño escuchar a personas (incluso profesionales de la salud) que consideran que el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) no existe.
Algunos opinan que es un cajón de sastre inventado por los profesores con el fin de etiquetar a los niños y niñas movidos que se meten en conflictos y les hacen la vida imposible. Mientras que otros, lo consideran un invento de la psiquiatría americana para vender una medicación que en realidad no es beneficiosa.
Fuera de conjeturas, es cierto que cada vez se utiliza más esta etiqueta. Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), actualmente, la prevalencia del TDAH es del 5% en la infancia. Y este porcentaje, además de ser muy elevado, no para de crecer.
El DSM-5 define el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) por la presencia de un patrón persistente de inatención y/o hiperactividad-impulsividad que interfiere con el funcionamiento o el desarrollo.
La inatención se caracteriza por la falta de atención a detalles, la dificultad en el mantenimiento de la atención de tareas, la apariencia de no escuchar cuando se le habla directamente, la dificultad para seguir las instrucciones y para terminar las tareas, o la distracción por estímulos externos de forma continuada.
La hiperactividad e impulsividad se definen por la necesidad de levantarse en situaciones en que se espera que permanezca sentado, corretear o trepar en situaciones poco apropiadas, la dificultad para jugar u ocuparse tranquilamente en actividades recreativas, hablar excesivamente o las interrupciones frecuentes.
Sí, estamos de acuerdo con que esta definición parece poco concreta, con lo que podría llevarnos al sobrediagnóstico de niños y niñas movidos que prestan poca atención al entorno. Pero el diagnóstico de TDAH va mucho más allá.
Para la evaluación de niños y niñas con sospecha de TDAH, es muy importante combinar la administración de pruebas que valoren la inatención, la hiperactividad y la impulsividad, de forma cuantitativa, con la observación de un profesional especializado en el tema, que dará el punto de vista cualitativo. A esto lo llamamos, un diagnóstico clínico.
Pero, a pesar de tener este conocimiento, muchos siguen dudando de la necesidad de realizar este diagnóstico. ¿Realmente las personas con TDAH tienen unas necesidades distintas a los demás?
La neurociencia se ha encargado de dar respuesta a esta pregunta.
Los estudios indican que el TDAH se produce debido a una alteración en los circuitos reguladores que comunican dos zonas cerebrales: el córtex prefrontal (encargado de la función ejecutiva, planificación, orden de ejecución, corrección de errores…) y los ganglios basales (encargados del control de impulsos y la inhibición de repuestas automáticas).
Esta alteración supone una forma distinta de procesamiento de la información, afectando a la atención, el estado de alerta, la memoria de trabajo y el control ejecutivo, que puede suponer dificultades para que las personas con TDAH se adapten al día a día y las normas de nuestra sociedad.
Visto esto, según nuestra opinión, el problema no radica en la realidad de la existencia de dicho diagnóstico, pues hay abundante evidencia científica al respecto, sino en la concepción que tiene la sociedad sobre las personas que lo tienen.
Si consideramos el TDAH como una enfermedad, es cierto que estamos patologizando a población que es posible que no precise una intervención médica.
En cambio, si consideramos el TDAH como una forma distinta de pensar y de procesar la información del entorno, podemos buscar cómo adaptar nuestro día a día a las personas con TDAH, así como ayudarles a ellos y ellas a adaptarse a una sociedad que piensa y procesa la información de una forma distinta.
Esperamos que este artículo haya sido de vuestro interés y, si queréis saber más, no dudéis en poneros en contacto con nosotras.
El Equipo de Somni Psicologia